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Pere Renom

“No te dimos un lugar fijo, ni faz propia, ni un oficio peculiar, Oh Adán!, porque el lugar, la imagen y los empleos que desees para ti, estos los tengas y poseas por tu propia decisión y elección […] Ni celeste, ni terrestre te hicimos, ni mortal ni inmortal, para que tú mismo como modelador y escultor propio, más a tu gusto y honra te forjes la forma que prefieras para ti.”

Giovanni Pico della Mirandola

La energía de las olas

publicado el 23.01.2020

Entre los días 19 y 22 de enero de 2020, el temporal Gloria azotó la costa de Levante de la Península Ibérica con una severidad insólita. Lluvias torrenciales anegaron una gran parte del territorio, y un fuerte viento de Levante generó olas de hasta 15 metros de altura, que destrozaron playas e infraestructuras en todo el litoral.
Las olas se generan con el viento y dependen de su velocidad, el tiempo que sopla y el fetch, o distancia que recorre por encima de la superficie del agua. Inicialmente las olas nacen como rugosidades conocidas como ondas capilares, pero la acción de la gravedad las acaba convirtiendo en oscilaciones sinusoidales muy simétricas. Sus parámetros más importantes son la longitud de onda, la altura, la amplitud y el periodo. Cuando viajan por la superficie del agua disipan muy poca energía, por lo tanto, pueden recorrer cientos de kilómetros antes de estrellarse contra el litoral, alcanzando lugares muy alejados en el espacio y el tiempo, del viento que las generó (mar de fondo). Las olas pueden experimentar reflexión, refracción y difracción. Una vez se aproximan a la costa se deforman hasta convertirse en inestables, rompen y liberan toda la energía. Esta energía, cuando es pequeña, puede tener un efecto constructivo y aportar sedimento a la playa, especialmente en verano, mientras que si es muy grande tiene un efecto destructivo, sobre todo en invierno. La dinámica litoral se ve alterada con la construcción de puertos y escolleras que obstaculizan el transporte longitudinal de arena y, en consecuencia, las playas retroceden.
Una manera divertida de aprovechar la energía de las olas es con la práctica del surf. Este deporte nació en las Islas Hawai, donde la tripulación del capitán Cook ya la menciona en 1767. Hoy, es muy conocido y practicado en todo el mundo hasta el punto de que muchas olas tienen nombre y apellido como Pipeline en Hawai, Maveriks en California, Nazaré en Portugal o Mundaka en el País Vasco. Surfear una buena ola es un placer breve, y díficil de conseguir, de ahí el dicho surfero «one wave, makes a session«, es decir «basta con una buena ola para que la sesión valga la pena».

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