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Pere Renom

“No te dimos un lugar fijo, ni faz propia, ni un oficio peculiar, Oh Adán!, porque el lugar, la imagen y los empleos que desees para ti, estos los tengas y poseas por tu propia decisión y elección […] Ni celeste, ni terrestre te hicimos, ni mortal ni inmortal, para que tú mismo como modelador y escultor propio, más a tu gusto y honra te forjes la forma que prefieras para ti.”

Giovanni Pico della Mirandola - De la Dignitat de l'home

Nacer de los huevos

publicado el 9.04.2020

El lunes de Pascua es tradición que los padrinos regalen la mona a sus ahijados. Hay muchas variedades diferentes de mona, como el roscón, el bizcocho, el pastel de chocolate… pero todas tienen huevos encima. ¿Por qué incorporamos los huevos en esta celebración? Hay dos hipótesis: entre los antiguos egipcios y los sumerios, se asociaba el huevo al ciclo vital y el renacimiento de la vida alrededor del equinoccio de primavera. Esta simbología habría podido influir en las primeras comunidades cristianas de Mesopotamia, y de allí transmitirse a la comunidad ortodoxa de Grecia, y finalmente a los católicos y protestantes. Una segunda hipótesis plantea que esta tradición nació en la Edad Media como consecuencia del ayuno impuesto durante la Cuaresma, según el cual no se podían consumir ni carne ni huevos, y por tanto, como que las gallinas no dejaban de poner, los huevos se acumulaban y se tenían que consumir en Pascua antes que se estropearan.
El huevo es un gran invento evolutivo ya que confiere un entorno estable en el embrión para que se pueda desarrollar hasta que es capaz de valerse por sí mismo. El huevo amniota, con sus membranas aislantes, permitió la reproducción fuera dels agua, y por tanto, fue fundamental para la colonización del medio terrestre, hace unos 330 millones de años. A partir de entonces aparecieron dinosaurios, reptiles, aves y mamíferos.
Hay una gran diversidad de formas, tamaños y colores de huevos. Los más populares para nosotros son los de las aves. El avestruz pone los huevos más grandes del mundo de las aves y el colibrí abeja, los más pequeños. Pero cuando comparamos el tamaño de los huevos con el tamaño de las aves vemos que la relación no se mantiene. Cuanto mayor es el pájaro, más pequeño proporcionalmente es su huevo, y a la inversa, cuanto menor es el pájaro, más grande en proporción es su huevo. Hay, por tanto, ciertas limitaciones tanto en el tamaño máximo, como en el tamaño mínimo de los huevos.
Aunque sorprenda, los mamíferos también nos reproducimos por «huevos». El ovocito femenino con su cubierta llamada zona pelúcida, es un huevo en miniatura. Cuando es fecundado forma primero la mórula y entre el 5º y el 6º día de gestación forma el blastocisto y se implanta en el útero femenino. Allí formará el cordón umbilical a partir de unas estructuras que en los reptiles dan lugar al vitelo del huevo. Es, pues, un «huevo conectado» a la madre. Finalmente, después de la gestación se produce el parto. En uno de cada 80.000 casos, la madre no rompe aguas, en consecuencia el niño nace dentro de la bolsa amniótica íntegra y se tiene la oportunidad de comprobar hasta qué punto los humanos seguimos ligados a los huevos para reproducirnos.

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