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Pere Renom

“No te dimos un lugar fijo, ni faz propia, ni un oficio peculiar, Oh Adán!, porque el lugar, la imagen y los empleos que desees para ti, estos los tengas y poseas por tu propia decisión y elección […] Ni celeste, ni terrestre te hicimos, ni mortal ni inmortal, para que tú mismo como modelador y escultor propio, más a tu gusto y honra te forjes la forma que prefieras para ti.”

Giovanni Pico della Mirandola - De la Dignitat de l'home

¿Quién soy?

Parece ser que entre 6.000 y 10.000 años atrás se produjo una mutación en un gen de un humano originario del noreste del Mar Negro. Dado que era un gen recesivo no se expresó hasta varias generaciones después, cuando se había acumulado en cantidad suficiente en la población para coincidir en los dos alelos de un individuo (heredados a la vez del padre y de la madre). Esa mutación reducía la capacidad para producir melanina en el iris y en consecuencia el color de los ojos quedaba diluido. En lugar de presentar el genuino color marrón propio de los humanos, aquellos ojos eran, por primera vez, de color azul. Con la revolución del neolítico los pueblos del Próximo Oriente se expandieron por Europa y además de diseminar la agricultura y la ganadería diseminaron también los ojos azules. Actualmente, hay 150 millones de personas en el mundo con los ojos azules, es decir, alrededor de un 2% de la población, aunque su distribución es irregular, y pueden ser prácticamente inexistentes en África, en Asia o entre los habitantes originales de Oceanía y América, y representar el 17% de la población de EEUU, el 75% en Alemania, el 89% en Dinamarca, o el 99% en Estonia. Un éxito tan sorprendente, si se tiene en cuenta su origen individual y el hecho de ser un rasgo recesivo, que requiere alguna explicación. Ciertos estudios señalan que los hombres con ojos azules prefieren las mujeres con el mismo color de ojos (Dios los cría y ellos se juntan). La interpretación evolutiva es que de este modo se consigue una prueba evidente de paternidad: si no hay celeste, te fuiste con éste.

Sea como fuere, en mi caso esta coincidencia en el color azul de ambos progenitores se cumple al menos en las dos últimas generaciones. Con esos ojos azules observo el mundo con atención y con curiosidad incansable y me gusta compartir lo que descubro. Por este motivo mis intereses profesionales se centran en la ciencia y en la comunicación científica.

Parafraseando Quevedo, en lugar del célebre «Érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa …» mis primeras estrofas definitorias podrían ser: «Érase un hombre a un par de ojos pegado, éranse dos azules interrogaciones …»

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