Con vistas al mar
Los humanos estamos vinculados al litoral desde hace milenios, tanto para migrar, como para transportar mercancías, vivir o veranear. Una de las primeras rutas migratorias de los humanos modernos salió de África, recorría la península arábiga, India y las islas del SE asiático hasta llegar a Australia, hace unos 50.000 años. Estos humanos habían descubierto la tecnología de la pesca con anzuelos, que les permitía adaptarse a cualquier ecosistema acuático para alimentarse, y la tecnología náutica que los permitía atravesar los brazos de mar situados entre las diferentes islas de Asia y Oceanía. La navegación se inventó, pues, unos 30.000 años antes de que la rueda.
El litoral también es muy adecuado para el transporte, ya que aprovechaba la fuerza del viento y evitaba los accidentes geográficos como cordilleras, o ríos. Hoy, aún la mayor parte del transporte de mercancías se lleva a cabo por vía marítima.
Finalmente, el litoral también es la zona más poblada del mundo y más codiciada para veranear. El 70% de la Humanidad vive a menos de 500 km del litoral por cuestiones climáticas: el mar acumula y libera temperatura lentamente, por lo que atemperar el clima y propicia inviernos y veranos más suaves que en zonas continentales. El agua también tiene 20 veces más capacidad que el aire para transportar calor, por eso sudamos, y nos bañamos para refrescarnos.
Sin embargo, una de las principales amenazas del calentamiento global es el ascenso del nivel del mar. Si se fundiera el hielo continental (glaciares, Antártida y Groenlandia), el nivel del mar subiría unos 80 metros, lo que supondría un cataclismo para la Humanidad. Los modelos climáticos no son tan catastróficos y estiman un ascenso para el año 2100 de entre 0.7 y 7 metros. Puede parecer poco, pero obligaría a desplazar cientos de millones de personas y perderíamos millones de kilómetros cuadrados de tierra. Nuestras queridas vistas al mar, cambiarían.