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Pere Renom

“No te dimos un lugar fijo, ni faz propia, ni un oficio peculiar, Oh Adán!, porque el lugar, la imagen y los empleos que desees para ti, estos los tengas y poseas por tu propia decisión y elección […] Ni celeste, ni terrestre te hicimos, ni mortal ni inmortal, para que tú mismo como modelador y escultor propio, más a tu gusto y honra te forjes la forma que prefieras para ti.”

Giovanni Pico della Mirandola

Con vistas al mar

publicado el 2.07.2020

Los humanos estamos vinculados al litoral desde hace milenios, tanto para migrar, como para transportar mercancías, vivir o veranear. Una de las primeras rutas migratorias de los humanos modernos salió de África, recorría la península arábiga, India y las islas del SE asiático hasta llegar a Australia, hace unos 50.000 años. Estos humanos habían descubierto la tecnología de la pesca con anzuelos, que les permitía adaptarse a cualquier ecosistema acuático para alimentarse, y la tecnología náutica que los permitía atravesar los brazos de mar situados entre las diferentes islas de Asia y Oceanía. La navegación se inventó, pues, unos 30.000 años antes de que la rueda.

El litoral también es muy adecuado para el transporte, ya que aprovechaba la fuerza del viento y evitaba los accidentes geográficos como cordilleras, o ríos. Hoy, aún la mayor parte del transporte de mercancías se lleva a cabo por vía marítima.

Finalmente, el litoral también es la zona más poblada del mundo y más codiciada para veranear. El 70% de la Humanidad vive a menos de 500 km del litoral por cuestiones climáticas: el mar acumula y libera temperatura lentamente, por lo que atemperar el clima y propicia inviernos y veranos más suaves que en zonas continentales. El agua también tiene 20 veces más capacidad que el aire para transportar calor, por eso sudamos, y nos bañamos para refrescarnos.

Sin embargo, una de las principales amenazas del calentamiento global es el ascenso del nivel del mar. Si se fundiera el hielo continental (glaciares, Antártida y Groenlandia), el nivel del mar subiría unos 80 metros, lo que supondría un cataclismo para la Humanidad. Los modelos climáticos no son tan catastróficos y estiman un ascenso para el año 2100 de entre 0.7 y 7 metros. Puede parecer poco, pero obligaría a desplazar cientos de millones de personas y perderíamos millones de kilómetros cuadrados de tierra. Nuestras queridas vistas al mar, cambiarían.

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